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Libres, dignos e interdependientes

7 de marzo de 2022


Columna de Alfonso Gómez, Consejero Centro de Innovación UC y Director de Empresas, publicada el 01 de marzo en El Mercurio. Confieso una personal obsesión porque la primera frase de nuestra nueva Constitución diga: “Nacemos libres, dignos e interdependientes”. “Libertad”: Ese derecho fundamental asociado con la capacidad de actuar según la recta conciencia de cada […]

Columna de Alfonso Gómez, Consejero Centro de Innovación UC y Director de Empresas, publicada el 01 de marzo en El Mercurio.

Confieso una personal obsesión porque la primera frase de nuestra nueva Constitución diga: “Nacemos libres, dignos e interdependientes”.

“Libertad”: Ese derecho fundamental asociado con la capacidad de actuar según la recta conciencia de cada uno, cuyo único límite es la libertad de un otro. La libertad es condición esencial del buen vivir espiritual y material. Ser libres para confiar la educación de nuestros hijos en espacios que promuevan valores y principios compatibles con los nuestros, es tan relevante como pertenecer a un medio que fomente la creación de valor y el emprendimiento. La libertad es declarada como principio básico por todo el espectro político, aunque suele ser realzada con especial énfasis por los círculos de derecha.

“Dignidad”: El término era usado en la antigüedad para hacer referencia a honores y prebendas de autoridades. Hoy se le asocia más bien con la cualidad de tener y merecer igualdad de trato y oportunidades, con independencia de la condición de origen material, cultural o de género de los miembros de una comunidad. Al dejar el vientre materno compartimos la fragilidad de nuestra especie, pero el poder adquisitivo y el acceso a redes de conocimientos -entre otros factores- comienzan a definir nuestro destino a una edad muy temprana. La dignidad, también señalada como derecho fundamental por todas las corrientes políticas, suele ser realzada con especial fuerza en los círculos de izquierda.

“Interdependencia”: Es el concepto menos socializado de la trilogía de esta columna, pero representa un elemento clave para implementar el ideal de la “casa de todos”. Dependemos los unos de los otros aún, cuando ese otro no tenga nombre ni domicilio conocido. En grados y formas diferentes, nadie es tan rico o poderoso como para valerse enteramente por si solo. La posibilidad de escucharnos y oírnos, de aceptar y valorar nuestra diversidad pasa por entender que somos seres interdependientes. Todos; al interior de nuestro país, de nuestras regiones, de nuestros orígenes. La interdependencia es una condición de blancos, verdes, rojos y amarillos.

La meritocracia, paradigma según el cual los puestos de gobierno y las responsabilidades deben adjudicarse en función de simples méritos personales, ha sido impugnada por pensadores de todo el espectro político (Sandel y Mazzucato por nombrar sólo a dos). A ello se suma la rápida consolidación del modelo ESG (del inglés Environment, Social, Governance) que plantea una ética y un sentido diferentes para la acción empresarial, donde la persona y el planeta son objetivos centrales. Todavía estamos a tiempo de generar una carta magna que promueva el encuentro armónico entre seres libres, dignos y plenamente conscientes de nuestra dependencia recíproca. Tal vez nunca en nuestra historia, tanto que nos afectará a todos, estuvo en manos de tan pocos.

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