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Innovación en el relato

13 de octubre de 2021


Columna de Alfonso Gómez, Consejero Centro de Innovación UC y Director de Empresas, publicada el 13 de octubre en El Mercurio. Cada cierto tiempo surgen términos que se ponen de moda. Son palabras sacadas desde algún rincón semi abandonado del lenguaje, que de pronto se utilizan una y otra vez en conversaciones contingentes, reflejando intereses […]

Columna de Alfonso Gómez, Consejero Centro de Innovación UC y Director de Empresas, publicada el 13 de octubre en El Mercurio.

Cada cierto tiempo surgen términos que se ponen de moda. Son palabras sacadas desde algún rincón semi abandonado del lenguaje, que de pronto se utilizan una y otra vez en conversaciones contingentes, reflejando intereses y esfuerzos por iluminar y movilizar alguna causa. Como toda moda, son palabras que generan adhesiones y rechazos; “relato” es uno de esos términos.

La pandemia precipitó cambios que se venían incubando desde hace ya algún tiempo, pero que se discutían principalmente en ámbitos académicos y que, por lo mismo, constituían preocupaciones más bien marginales y distantes para la elite empresarial. Pero la crisis global ha despertado en la conciencia de gran parte de los líderes de instituciones tanto públicas como privadas, una suerte de “innovar o morir”, cambiando el carácter voluntario que se le reconocía a la innovación e instalándola con un sentido de urgencia y como un requisito para nuestra subsistencia. Resiliencia, creación de valor bajo nuevas premisas, adaptación darwiniana a una transformación profunda, urgente, multidimensional, de dimensión planetaria.

La tarea de nuestra especie no está fácil: Desde el ámbito social, estamos sumidos en un ambiente de polarización y desconfianza. Desde la perspectiva medioambiental, el llamado a cambiar hábitos y a poner nuestro voto de consumidor en favor de las empresas que garanticen un compromiso serio con la sostenibilidad es aún más perentorio y apremiante.  A nivel de gobierno corporativo, el propósito mismo de las empresas y sus estrategias para generar crecimiento y prosperidad en el largo plazo, están siendo revisados con un interés y un compromiso difíciles de imaginar hasta hace apenas unos años. Hablamos de innovaciones sistémicas, de nuevos paradigmas que necesitan ser instalados y compartidos, de golpes de timón que van más allá de asumir costos financieros e implican disponibilidad para escuchar y compartir poder, bajo una remozada conciencia de que somos seres interdependientes y que el único futuro factible de la humanidad es uno basado en una economía de extrema colaboración.

Pero, incluso la mejor disposición para reinventarnos y hacer sentido en una era marcada por el cambio, no estará completa y no será exitosa si no sabemos comunicarla de manera clara, sincera y eficaz. Es aquí donde recuperamos la introducción de esta columna. De cara al futuro, innovar bien implica declarar -hacia dentro y hacia fuera de nuestras organizaciones- quién somos a partir de ahora y que debería hacernos dignos de valoración, de preferencia y de confianza. Necesitamos ser capaces de realizar en un acto de seducción sentido, valorable y sincero.  La narración, ese cuento de lo que somos y de como queremos surgir en el escuchar de nuestros públicos, de cara al futuro, resulta fundamental; hoy en día es clave saber innovar en el relato.

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