31 de agosto de 2017
El próximo Presidente de la República enfrentará el desafío de reactivar la economía y, con ello, el de mejorar el deteriorado estado de ánimo nacional; “lo demás es música”, como tajantemente nos recordara el ex Presidente Lagos.
En ese escenario, no seremos pocos los que -una vez más en esta elecciones- buscaremos poner en la agenda de los candidatos la necesidad de aumentar de manera significativa la inversión en I+D+i (investigación, desarrollo e innovación), en nuestro país, un tema que muchos vemos como condición ineludible de cualquier estrategia pro crecimiento, dinámica y sustentable.
Pero, seamos realistas, en el contexto de una caja fiscal deteriorada, lo más probable es que estas demandas tengan un destino similar al que ha tenido esta temática en las últimas elecciones; todos los candidatos dirán un “por supuesto, faltaba más…” pero, una vez instalado el nuevo Gobierno, lo más probable es que las presiones presupuestarias hagan desvanecer las promesas de campaña.
Nadie marcha ni va a huelga por la causa de la innovación; frente a las voces que exigirán mejor salud, educación gratis y pensiones más dignas, las debilitadas arcas fiscales no permiten ser optimistas con respecto a que el mejoramiento en el paupérrimo 0,4% del PIB que Chile invierte en I+D vaya a provenir desde el Estado. Afortunadamente, ese no es el único camino abierto para el accionar del Gobierno y, para algunos, ni siquiera es el más efectivo.
Aparte de meterse la mano directamente al bolsillo, al Ejecutivo le cabe también la posibilidad de diseñar y activar mecanismos para que la tan necesaria mayor inversión en esta materias provenga desde iniciativas asociativas entre empresarios, entre empresarios y emprendedores e idealmente entre los anteriores y las universidades.
Si aspiramos a tener resultados diferentes, es necesario que el Gobierno haga cosas diferentes y apostar a generar los incentivos que permitan un mejor equilibrio entre la toma de riesgos del sector público y el sector privado en este escenario.
La estrategia nacional propuesta por el Consejo Nacional de Innovación para el Desarrollo (CNID), recientemente socializada por su presidente, Gonzalo Rivas, con los principales contendores presidenciales, propone algunas vías de acción en este sentido.
Sea este u otro el camino, la mejor manera de fomentar la inversión en ciencia, tecnología e innovación en tiempos de vacas flacas, parece ser generar mejores condiciones para promover un círculo virtuoso de asociatividad entre todos los actores de la triple hélice de la innovación.
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