9 de junio de 2017
Somos simultáneamente criaturas competitivas y asociativas y esa realidad tiene la posibilidad de expresarse en el mundo de la innovación. Las empresas innovan impulsadas por la necesidad de diferenciarse y de realizar ofertas de valor más atractivas que las de sus competidores. Se innova para encantar y seducir a un usuario, a la vez que para ganarle el quien vive a los competidores. La sociedad fomenta el progreso y el bienestar social asociado con la innovación a través de una serie de medidas que protegen los riesgos y los costos que conlleva; los distintos instrumentos legales de protección intelectual son una forma de respaldo a quienes se la juegan por innovar. Sin embargo, en el puzle de la innovación no todo es competir, no todo es trabajar solo y en secreto para derrotar a los adversarios en el mercado. El mundo de la innovación es un territorio que se presta también para la colaboración y la asociatividad. Existen múltiples instancias para la complementariedad entre los actores sociales que participan en el proceso innovador; empresas, universidades y el propio Gobierno. Por desgracia, esto último casi no sucede en Chile y ello se explica por razones de carácter cultural, más que económicas.
La verdadera explosión del conocimiento característica de nuestra época ha significado que incluso las empresas más poderosas no se sientan seguras de poder dominar el estado del arte en sus respectivas industrias. Henry Chesbroughes es reconocido por haber acuñado el término “innovación abierta” para hacer referencia a una estrategia de innovación bajo la cual las empresas buscan colaboración más allá de sus propias fronteras y promueven activamente la cooperación con profesionales y con empresas externas. Esta metodología reconoce que la estrategia de innovación de las empresas puede ser desarrollada mejor y más eficazmente, si se logra alinear una fuerza colectiva al servicio del desarrollo de productos, servicios y experiencias innovadoras.
Pero el concepto de asociatividad en innovación se puede llevar todavía más lejos; me refiero a la posibilidad de fomentar espacios para la innovación precompetitiva, esto es, instancias en las que un grupo de competidores une fuerzas para colaborar, antes de enfrentarse con estos mismos actores en el mercado. La innovación precompetitiva puede tomar múltiples formas, pero entre las más frecuentes se encuentra el desarrollo consorciado de investigaciones, la captura y procesamiento de datos, el diseño de plataformas tecnológicas habilitantes, el desarrollo de estándares y de propuestas de políticas públicas que permitan mejorar la competitividad de algún sector industrial como un todo.
El Centro de Innovación UC Anacleto Angelini cuenta entre sus entidades asociadas con el Centro de Innovación de la Madera. En este espacio, las principales empresas del rubro maderero han unido fuerzas para desarrollar nuevos usos para un material de enorme importancia estratégica para Chile, lo cual realizan a través del financiamiento colectivo de investigaciones, de proyectos piloto y de un trabajo para poner al día las normas constructivas que limitan el potencial de construcción en base a un material de futuro, por su gran potencial económico, social y medioambiental.
No cuesta mucho ponerse a soñar con otras instancias de innovación precompetitiva que tienen el potencial no sólo de impactar positivamente a sus mercados, sino de paso ir construyendo los espacios de confianza y trabajo en equipo que nuestro país tanto necesita. Derrotar a los virus del salmón, mantener competitiva a nuestra industria del retail, aprovechar las radicales oportunidades que traen consigo las nuevas tecnologías digitales, son sólo algunos ejemplos de temáticas que nuestra pequeña economía, sólo podrá abordar con éxito de manera asociativa.
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