13 de febrero de 2020
Columna de Alfonso Gómez, Consejero del Centro de Innovación UC. La publicación original fue realizada el 13 de febrero en El Mercurio.
Las muestras de pesar por la prematura muerte del doctor Ricardo Capponi se han hecho escuchar desde los más diversos ámbitos. Aparte de su reconocida práctica clínica fue fundador y director de empresas, por lo que no le eran ajenos los sueños y angustias de empresarios y emprendedores. Con ocasión del primer aniversario de la puesta en marcha del Centro de Innovación UC el año 2015, lo invitamos a dar una clase magistral. En ese espacio -concebido para inspirar, conectar y orquestar la innovación- propuso de manera cercana y humana- una verdadera alegoría de la innovación, basada en cuatro pilares fundamentales:
Partió por describir a la innovación como algo más allá que un simple oficio; la planteó como una actitud mental, una parada frente a la vida. En nuestro tiempo, necesitamos trascender la creación de bienestar con una mirada meramente técnico-económica. En este contexto, la persona innovadora con su disposición favorable al riesgo, cumple un rol clave en la renovación de la mentalidad de un empresariado más bien tradicional, habituado a concentrar su gestión en la búsqueda de eficiencia y en la conservación de aquello que dio buenos resultados en el pasado.
En segundo lugar, la mentalidad innovadora se necesita hoy al interior de la empresa no solo para el desarrollo de nuevos productos y servicios. Bien entendida, la innovación es un elemento clave para hacer más robusto y sustentable a cualquier sistema productivo.
El tercer pilar vincula el proceso creativo con la causa central de la vida profesional del Dr. Capponi: La felicidad y el bienestar emocional. Para él, el innovador es un ser privilegiado por el hecho de dedicar su vida a la creación de valor para otros. En ese proceso, genera de paso una tremenda dosis de bienestar emocional para si mismo. La innovación es -en sus palabras- sintónica con la calidad de vida y con el bienestar emocional de nuestra especie.
Por último y no menos importante, el destinatario de la innovación es siempre alguien a quien es necesario ver y reconocer en sus aspiraciones y en sus carencias. La innovación bien encausada, es un gran motor de la dignidad de aquel a quien está dirigida. Esta es la dimensión ética del acto creativo, que plantea a la innovación como un elemento fundamental del nuevo contrato social que necesitamos darnos con urgencia.
Querido Ricardo, partiste cuando más te necesitábamos. Los que todavía respiramos el aire de nuestro tiempo, tenemos la obligación de difundir y amplificar el inapreciable regalo que nos dejaste.
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