26 de abril de 2024
Columna de Ramón Molina, Director Ejecutivo del Centro de Innovación UC Anacleto Angelini. La publicación original fue realizada el 26 de abril en Forbes.cl
Para el mundo empresarial, no tener conciencia del futuro tiene consecuencias enormes, según Ramón Molina, quien asegura que hoy existen formas de que las compañías hagan la importante tarea de anticipar escenarios.
“Velocidad de ejecución, estrategia y suerte”. Así definió Max Gallo en la maciza biografía sobre Napoleón las claves del éxito del célebre militar y político. Está claro que la combinación de estrategia para enfrentar cada batalla, y la velocidad de ejecución para implementarla son claves en el desarrollo de cada una de las incursiones que el emperador llevó a cabo para controlar buena parte de Europa. Sin embargo, el factor suerte aparece como algo ajeno a las posibilidades de control, como un elemento no predecible. El resultado de la invasión a Rusia con la mala pasada de las inclemencias climáticas, es lo que en el inicio del Siglo XIX se podría haber llamado mala suerte. Hoy es simplemente inaceptable culpar al destino.
El futuro en su definición más simple, es lo próximo por suceder. Algo que sucederá más adelante y que no conocemos. Para el ser humano el futuro es más bien subjetivo, depende de nuestra historia, de nuestro presente, de nuestra voluntad, de cómo interpretamos dónde estamos hoy, y sin duda, cómo imaginamos y anticipamos los escenarios por venir desde este presente tan nuestro.
Sin embargo, para el mundo empresarial es algo diferente y tiene consecuencias enormes no tener conciencia de futuro. Desde hace algunas décadas la estrategia aparece divorciada de la prospección de escenarios y, en particular, de la anticipación estratégica. La influencia de la prospección de futuro alcanzó su mínimo a principios del siglo XXI, y lo relevante en las mesas de directorio era y, en la mayoría, sigue siendo la ejecución impecable de la estrategia y su contribución al margen. Se sacrifica crecimiento al no tener conciencia de escenarios futuros que aunque impensables e improbables, como una pandemia o un estallido social, cambian el juego y provocan disrupciones tan grandes como las fuerzas transformadoras que se ven claras hoy día: sustentabilidad, inteligencia artificial y biotecnología, por nombrar algunas con impacto transversal en diversas industrias y sectores de la economía.
Se puede entender y excusar no conocer en detalle el clima de lugares lejanos en los albores del siglo XIX, así también se puede perdonar el sesgo y la eliminación de escenarios poco probables en el siglo XX, pero hoy en día es imperdonable no tener una herramienta de prospección de escenarios que nos dé luces y nos permita proyectar la estrategia futura de la empresa. Los modelos de predicción de escenarios en base a datos han sufrido sesgo por cuanto omiten lo menos probable, o se inclinan hacia lo normativo. Como los modelos dependen del pasado, se pierden los puntos de inflexión impensados. Lo que es más probable que pase opaca lo menos probable por suceder, siendo igualmente posible.
Sin embargo, hoy existen formas de contar con data robusta, que permita tener modelos comprehensivos y así una estrategia de inteligencia artificial de predicción precisa. Identificar señales con patrones de IA, reconocer cuando se transforman en tendencias, agruparlas en temas relevantes, incorporar las incertidumbres y construir escenarios estratégicos es solo el comienzo.
Tenemos las herramientas, el conocimiento y sabemos lo que queremos como empresa. Tan solo basta incorporar los elementos de predicción de escenarios futuros para estar preparados a trabajar en ambientes volátiles, inciertos, cambiantes y ambiguos (VUCA por sus siglas en inglés). Como tan sabiamente nos dice Michio Kaku, la inteligencia real parece transitar desde una inteligencia del saber a una inteligencia de futuro.
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