16 de mayo de 2019
Columna de Alfonso Gómez, Consejero del Centro de Innovación UC. La publicación original fue realizada el jueves 16 de mayo de 2019 en Economía y Negocios, El Mercurio.
¿Son innovadoras nuestras pymes? En un universo tan amplio como el que cubre la categoría “pequeña y mediana empresa”, la pregunta no admite una única respuesta. Muchos de los participantes en los concursos de emprendimiento JUMP y BRAIN, ilustran que hay en Chile una sub-categoría de pymes cuya concepción misma proviene de innovaciones diseñadas por jóvenes visionarios, con sólida preparación técnica y buenas redes. Algramo, The Not Company y Cornershop son casos emblemáticos, pero representan más bien excepciones entre las cerca de 900.000 pymes que operan en nuestro país. En su gran mayoría, estas ofrecen productos y servicios indiferenciables, bajos niveles de productividad, escasa capacidad asociativa y un débil o nulo potencial de crecimiento. (De hecho, un 15% de ellas cierra antes de un año).
La puesta en marcha del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación permite abrigar esperanzas de mejorar esta realidad. La nueva secretaría de Estado, junto a CORFO y al resto de los actores públicos y privados del ecosistema de innovación, tienen la posibilidad de instalar políticas, programas e instrumentos que ayuden a mejorar la capacidad de creación de valor de nuestras pymes. Pero, en esta misión es importante considerar que, para un alto porcentaje de ellas, los avances científicos representan más bien hechos anecdóticos, distantes y ajenos a su lucha diaria por subsistir. La innovación no puede abordarse de manera excluyente, como un fenómeno de base científico-tecnológica. Entendámonos bien: Ciencia y tecnología son y seguirán siendo la principal fuente de innovación radical de nuestra era y, en este sentido, todos los esfuerzos que el país haga para mejorar nuestro pobre récord, deben ser apoyados sin reserva. El punto es que, seducir a las pymes a abrazar transversalmente la causa de la innovación, pasa porque estas entiendan que la innovación puede ser tanto incremental como radical, y que -además de la ciencia- pueden apelar al diseño y a los modelos de negocios como fuentes de creación de valor. Estas últimas, son mucho más accesibles que la ciencia para una empresa pequeña, por requerir niveles de inversión menores y generar retornos en plazos significativamente más cortos.
Las pymes son responsables por más del 40% del empleo nacional, pero su importancia estratégica es sólo comparable con su fragilidad. El crecimiento sustentable de nuestra economía pasa por el desarrollo vigoroso de nuestras empresas menores. Por su parte, la prosperidad de las pymes pasa ineludiblemente por potenciar la capacidad de éstas para innovar.
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