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La innovación como acto virtuoso

25 de febrero de 2021


Columna de Alfonso Gómez, Consejero del Centro de Innovación UC. La publicación original fue realizada el 25 de febrero de 2021 en El Mercurio. La innovación es ampliamente reconocida hoy como una disciplina de primer orden de importancia en la batalla de las empresas por permanecer sanas y competitivas. Su asociación con productividad, capacidad de […]

Columna de Alfonso Gómez, Consejero del Centro de Innovación UC. La publicación original fue realizada el 25 de febrero de 2021 en El Mercurio.

La innovación es ampliamente reconocida hoy como una disciplina de primer orden de importancia en la batalla de las empresas por permanecer sanas y competitivas. Su asociación con productividad, capacidad de desarrollo y estrategia se ha convertido en un paradigma universalmente aceptado, pero pocos saben que esta es una realidad muy reciente. A modo de ejemplo, la incorporación de cursos y programas de innovación en las escuelas de ingeniería y de negocios no tiene más de un par de décadas y los libros más conocidos e influyentes en el tema, como es el caso de “El dilema del innovador” de Clayton Christensen, data de 1997. ¿Qué gatilló la irrupción con tanta fuerza de la innovación como disciplina? La respuesta hay que buscarla en la explosión del conocimiento científico y, más específicamente, en las transformaciones tecnológicas, económicas y culturales, que precipitó el paso de un planeta analógico a otro predominantemente digital. Pero, súbitamente y de la mano de la pandemia, la concepción de la innovación entendida como un conjunto de metodologías para competir más y mejor, no da el ancho para que las empresas puedan abordar el triple impacto del que necesitarán hacerse responsables: El económico, el social y el medioambiental.

La sustentabilidad de la economía y de nuestra especie exigirán al máximo nuestra creatividad, pero también nuestra responsabilidad para con el prójimo y con el planeta. Innovar es el acto de diseñar y poner al día la propuesta de valor de un sistema productivo, pero el valor de cualquier bien o servicio es algo que sólo surge en la relación entre las personas y el entorno con el que ellas interactúan. La innovación es un acto centrado en la persona. Todo indica que el desarrollo del conocimiento se seguirá acelerando y profundizando, incidiendo en temas cada vez más determinantes de nuestro ser individual y colectivo, como son los que interesan a la biotecnología, la inteligencia artificial, la robótica y las aplicaciones que 5G hará posible. La capacidad de innovar es propia y constitutiva de nuestra especie. Promover una economía de la colaboración, operar bajo el paradigma de una economía circular y declarar la obligación de las organizaciones para con la innovación, puede y debe ser un compromiso clave del nuevo orden post pandemia. Pero necesitamos exigirle no sólo rentabilidad de corto plazo y pragmatismo al acto de innovar; debe servir de inspiración y guía para los nuevos liderazgos, para una nueva ética y una nueva épica en las organizaciones, constituyéndose incluso en un elemento virtuoso del nuevo contrato social en el que Chile está empeñado.

Puedes ver la publicación original aquí.