29 de agosto de 2019
Columna de Conrad von Igel, Director Ejecutivo del Centro de Innovación UC. La publicación original fue realizada el 29 de agosto en el cuerpo i de El Mercurio.
Las capacidades que exige el mundo actual a las empresas chilenas, como adaptación y ambidiestrismo –ser buenos explotando y explorando el negocio-, tomando en cuenta fenómenos de transformación tecnológica, sociocultural y medioambiental, son hoy una amenaza competitiva permanente. Al mismo tiempo es, y quizá sobre todo, una oportunidad para que las organizaciones enfrenten sus desafíos a través de la innovación.
Si bien al comienzo puede existir resistencia al cambio, Chile tiene la capacidad humana, organizacional, de infraestructura y ecosistema para desarrollar factores únicos y diferenciados que nos permitan brillar ahora con un desarrollo sostenible e inclusivo a nivel global. A su vez, el potencial es insospechado si este proceso de transformación e innovación se vuelve estratégico, a nivel de empresarios, directivos, políticos y otros lideres de la sociedad.
Hoy los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) marcan un camino transversal en temáticas que afectan todo el planeta, que cruzados con las tendencias de innovación, plantean soluciones impensadas hace un par de años. Por nombrar algunas formas en que podemos generar valor en función de los ODS, la telemedicina será capaz de llevar diagnóstico y tratamiento a pacientes en comunidades aisladas y a menor costo gracias a la tecnología; el Big Data puede contribuir a entregar información valiosa con el fin de generar políticas públicas e inversión privada para la superación de la pobreza; o podemos ser más eficientes reduciendo el uso y reutilizando más el agua mediante sensores que alimentan sistemas automatizados mediante internet de las cosas.
En este nuevo mundo, las organizaciones innovadoras se abren a la colaboración, para resolver con otros los problemas que enfrentamos como sociedad, en un ecosistema dispuesto a generar nuevo conocimiento -universidades y centros tecnológicos-, alianzas estratégicas -con organizaciones pares y proveedores- y vinculación con emprendedores tecnológicos, además de incorporar el talento adecuado dentro de la misma institución. Es bueno recordarlo, porque rompe con una mirada fuertemente arraigada en el desarrollo organizacional, particularmente el management de empresas, en Chile y el mundo: las organizaciones no tienen todas las respuestas, el talento o las capacidades intramuros, y abrirse, particularmente para innovar, es un imperativo.
Actualmente, junto con el deber de ser más productivos, los paradigmas invitan a las organizaciones a tomar como propios los desafíos de los ODS para desarrollar sus capacidades, conectarse con otros y crear nuevos modelos de desarrollo y operación. Vivimos un momento único y vertiginoso, donde la verdadera competencia de las organizaciones es consigo mismas para probar las capacidades de empatía, adaptación y creación de valor, tanto en el negocio como en la sociedad.
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