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Libres, dignos e interdependientes

11 de diciembre de 2020


Columna de Alfonso Gómez, Consejero del Centro de Innovación UC. La publicación original fue realizada el 11 de diciembre en El Mercurio. El impacto de la pandemia sobre nuestra realidad emocional recién comienza a ser reconocido; temores, angustias, frustraciones, desconfianzas. Hasta antes del Covid-19, los humanos pertenecíamos a una especie omnipotente para la que pestes […]

Columna de Alfonso Gómez, Consejero del Centro de Innovación UC. La publicación original fue realizada el 11 de diciembre en El Mercurio.

El impacto de la pandemia sobre nuestra realidad emocional recién comienza a ser reconocido; temores, angustias, frustraciones, desconfianzas. Hasta antes del Covid-19, los humanos pertenecíamos a una especie omnipotente para la que pestes y pandemias eran temas propios de la Edad Media. Súbitamente, nuestra prosperidad y nuestra subsistencia -que parecían garantizadas por los avances de la ciencia y una economía globalizada- se nos revelaron como frágiles y vulnerables. Pero, aunque sea un cliché decirlo, la monumental crisis que nos explotó en la cara trae consigo también, oportunidades que no podemos dejar pasar. Entre ellas, pocas más relevantes que tomar consciencia de que somos seres interdependientes, esto es, mutuamente dependientes unos de otros.

En la base de la filosofía zen, está la idea de que nada ocurre ni existe en forma aislada y por sí sola. Cada elemento de la realidad está influenciado por muchos otros, y ello incluye nuestros procesos mentales y todo lo que pasa y no pasa en nuestras vidas. Es una enseñanza sublime expresada sabiamente en el verso clásico: “Esto es, porque eso otro también es. Esto no es, porque eso otro no es. Esto deja de ser, porque eso deja de ser». Si aplicamos esa mirada al proceso de reconstrucción nacional en el que estamos empeñados, la posibilidad de ver y valorar al otro, aún a aquel que es muy diferente de mí, se hace más posible y se amplifica. Si soy consciente de ser interdependiente, puedo seguir amando mi libertad, pero sin la soberbia de creer que me la puedo solo o en la exclusiva compañía de quienes se parecen a mí. Sólo la consciencia de ser interdependientes nos permitirá escuchar al otro, más que darle la espalda o desear eliminarlo; desarrollar una economía de la colaboración y fundar las bases para un planeta sustentable, se nos hace más natural y necesario, aún si ello implica reformas que nos atemorizan por pertenecer a territorios inexplorados.

En el último tiempo ha tomado fuerza la idea de que los independientes (como llamamos a quienes no militan en un partido político) deberíamos jugar un rol de primera importancia en el Proceso Constituyente. Pensándolo mejor, me encantaría ver surgir un tejido amplio y transversal de ciudadanos autodenominados interdependientes; hombres y mujeres, jóvenes y viejos, de izquierdas, centros y derechas, de Santiago y de regiones, que declaremos nuestra la condición de personas abiertas a encontrarnos con el otro y en el otro, para diseñar desde ahí un Chile diverso, con dignidad y buena vida para todos.

“Nacemos libres, dignos e interdependientes”.  Nada mal como frase de apertura para una nueva Constitución con vocación de futuro.

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