6 de diciembre de 2019
Columna de Alfonso Gómez, Consejero del Centro de Innovación UC. La publicación original fue realizada el 28 de noviembre en el Mercurio.
Aún no está claro cual será el desenlace de la más grave crisis social de nuestra historia reciente, pero hay ya un hecho cierto: Chile no puede ni debe ser el mismo que era hasta sólo un mes atrás. Enfrentamos un fenómeno que no es meramente local; como bien lo hace ver Jared Diamond en su último libro, “Convulsión: Puntos de inflexión de las naciones en crisis”, el planeta en su conjunto está bajo amenaza de cambios traumáticos, de los cuales algunos países lograrán salir bastante mejor parados que otros. Nos tocó vivir en la era de cambios más radicales de la historia; lo que nos explotó en la cara, es sólo la dimensión social de un fenómeno aún más complejo; se nos vienen desafíos igualmente duros desde el ámbito medioambiental y desde el desarrollo exponencial del conocimiento que, en su conjunto, repercutirán inevitablemente sobre el estado de ánimo de la población. La tecnología -el brazo armado de la ciencia- es vista por algunos como la principal responsable de las crisis que estamos enfrentando, pero cabe igualmente imaginar la innovación tecnológica como la gran fuente de soluciones para nuestra exigida sociedad. Transformación digital, electromovilidad, inteligencia artificial, computación cuántica, bioinformática; son incontables las áreas del saber desde donde veremos innovaciones con potencial de afectar radicalmente nuestra vida y nuestro planeta.
¿Nos encaminamos hacia un nuevo Renacimiento o hacia un oscurantismo apocalíptico? La respuesta es que no estamos predestinados a uno u otro escenario. La innovación no es intrínsecamente buena o mala, pero necesitamos ponerla al servicio de la “polis” y de un orden global sustentable. Para que un país pequeño como el nuestro sea protagonista y no mero espectador de los cambios que se vienen, deberemos ser capaces de diseñar nuevas y mejores normas de convivencia. Necesitamos ser capaces de inspirarnos, incluirnos e innovarnos en torno a un proyecto común. En lo político, transitar desde esquemas de poder cerrados hacia otros donde la sociedad civil en su conjunto se sienta protagonista y bien representada. Lograr un futuro esplendor dependerá de nuestra capacidad de crear valor armonizando conocimiento con valores, cooperación con competencia, corto con largo plazo, barrio con planeta, individuo con comunidad, trabajo duro con creatividad, espiritualidad con bienestar material y todo ello, sin perder contacto con la insondable búsqueda de sentido en nuestras frágiles vidas.
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